martes, diciembre 14, 2010

Plagio de uno mismo, en segunda persona del plural

Últimamente se habla mucho del eBook, el libro electrónico, y cómo los editores no han aprendido nada en el espejo de la industria audiovisual. Están condenados a perder el tren del siglo XXI, su negocio, su poder y la buena vida que tienen los incompetentes. Porque los editores, a lo que se ve, son gente que no sabe leer. Pero se atreven a dar lecciones de moral; hablan de piratería con la boca muy llena y se les olvida esa otra lacra que sufre el artista (¿el expolio de sus derechos? no): el plagio.

"Vosotros, piratas de mierda, vais a acabar con la literatura", dicen, como si Cervantes no hubiera muerto pobre de solemnidad. Pero nunca aluden a la falta de calidad de los libros, de los supuestos artistas. Y a falta de calidad, llega el plagio. En música se da a todas horas. Y en literatura es fácil encontrar similitudes (a veces sospechosas) entre diferentes historias. Lo que nunca me había encontrado era que un autor se plagiara a sí mismo... ¡¡en 40 páginas!!. El jeta: Valerio Massimo Manfredi. La obra autoplagiada: La legión perdida.

Páginas 340-341:
Vi a los comandantes de las grandes unidades reunirse con los guerreros más fuertes de ejército: Euríloco de Lusio, Aristónimo, el de las largas piernas esbeltas, Aristea, el de los cabellos rojos color de fuego, y poco después convocar a los trompeteros y a los flautistas. Esto solo (sic) podía significar una cosa: atacar con la cabeza baja y no detenerse hasta que el frente enemigo se hubiera desquiciado y roto.
(...)
cuando los flautistas comenzaron a tocar al unísono el ritmo de marcha, cuando los tambores redoblaron haciendo temblar el corazón de todos, el cuño se puso en marcha, de los escudos apretados en forma de teja plana asomaban únicamente las macizas lanzas de fresno, los estropeados mantos rojos destacaban aún de modo exagerado en la extensión nevada
........


Y ahora, piratillas de pacotilla, página 378 (en azul los cambios):
Vi a los comandantes de las grandes unidades reunirse con los guerreros más fuertes de ejército: Euríloco de Lusis, Aristónimo, el de las largas piernas esbeltas, Aristea, el de los cabellos rojos color de fuego, Licio de Siracusa, Nicarco de Arcadia, y poco después convocar a los trompeteros y a los flautistas. Esto solo (sic) podía significar una cosa: atacar con la cabeza baja y no detenerse hasta que el frente enemigo se hubiera desquiciado y roto.
(...)
Las flautas comenzaron a tocar al unísono el ritmo de marcha, los tambores redoblaron haciendo temblar el corazón de todos, los cinco cuños como radios de una estrella empezaron a avanzar, y de los escudos apretados en forma de teja plana asomaban únicamente las macizas lanzas de fresno, los estropeados mantos rojos destacaban aún de modo exagerado en la extensión nevada
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El resto de ambas batallas es igual de plagiado... Oye Valerio, majete, esto conmigo de negro no te hubiera pasado jamás. Y como editor, ni te cuento. Jamás editaría un libro que no me hubiera leído. Pero los peores sois vosotros, pútridos lectores que con vuestra piratería tenéis a los artistas a rolex en lugar de setas...

Y lo que te rondaré, morena

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