Allá por el Cámbrico informático (creo que corría el año de 1995), llegaba el primer ordenador moderno a mi casa. Mi hermano tenía un
Commodore 64 de toda la vida de Dios, pero con éste
hasta se podían hacer los trabajos de clase. Traía el Windows 3.11 (sistema operativo que Microsoft
ha dejado de vender recientemente) y la suite ofimática de Lotus (qué peleas de compatibilidad con el
Lotus Amipro); era un 486 de Hewlett Packard a 50Mhz, 211 megas de ROM, 4 de RAM (qué peleas para conseguir hacer funcionar los juegos mediante los famosos, y extintos, disquetes de arranque) y costó una cifra que muchos jamás creerían... vamos, el Cámbrico.
Total, que los últimos años se los había pasado poco más que de máquina de escribir para mi madre y como opción de juegos cuando la morriña apretaba (juegos modernos, con sonido directo del
speaker). Lo cierto es que le tengo mucho cariño, porque sólo falló cuando se le fundió la pila (pasó con toda la serie, fallo de fábrica) y en comparación con los clónicos que llegaron después se mostraba
intratable en cuanto a fiabilidad. Pero cuando nos mudamos de casa perdió completamente el sitio. Entre viaje y viaje le perdí la pista hasta que un buen día me di cuenta que estaba en el caseto del jardín.
Se había pasado allí al menos 3 meses, de invierno con la humedad comiéndoselo todo. Han pasado otros 2 inviernos y hoy, por fin, me he aventurado a arrancarlo.
Tras dar el susto en la primera arrancada por fallo en el disco, ahora mismo está
arrancado aquí mismo a mi izquierda. Es un toro, pero sin cuernos.
Por cierto, si alguno tiene curiosidad por saber cómo era el Windows 3.11, puede intentar
montarlo sobre Windows Vista.
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